jueves, 26 de junio de 2014

No todo pasa.

No todo pasa. Algunas pinceladas se quedan perdidas en medio del camino, y asustadas por el olvido, jamás se secan. El pulso del recuerdo, del terror, y del terror de recordar hasta el final, abruman al hombre de caminos largos y estancias cortas. Esas pinturas de días más brumosos siguen vivas, aguardando como un «te lo dije» o un «Puedes correr, [o caminar países enteros en busca de olvido,] pero no esconderte.» Porque alguien ignorado, ofendido, despreciado, regresa con venganza, y esta venganza es un recuerdo mojado, una lluvia sobre mojado, y un ardor dulce, de los que hacen llorar al despedirse de un muerto o un metal flotante. De quién nos despedimos es de nuestros tiempos tranquilos, de cuando los arboles se reflejaban en el lago, y ahora las ondas del agua nos llevan intranquilos a la desesperación, esa orilla de la vida de la que no hay más allá.