miércoles, 15 de junio de 2016

La verdad.

¿La verdad? ¿Quieres saber la verdad sobre el mundo? ¿Quieres saber por qué de pronto, no importa dónde y con quién, te sientes solo? Bueno, verás... Cuando tenía unos once años, de hecho estaba a un par de días de cumplir doce, hace ya casi setenta años, vi el mundo por primera vez cómo realmente es. Como lo es detrás del velo.
Ese día me levanté más temprano de lo normal por la inusual dureza de la cama esa mañana. Salí de mi habitación y no había nadie. Pero, verás... No era como otras veces. De verdad sentí que no había nadie en el mundo, qué de verdad estaba completamente solo. Lo confirmé saliendo de la casa y buscando a mis vecinos. Bajé la colina donde vivía y nadie. Estaba solo. Me puse a llorar desesperadamente, me puse las manos en la cara y lloré probablemente durante horas. Esa fue la última vez que lloré creyendo que hacerlo lo resolvería. Cuando me quité las manos de los ojos el color se había ido. Sí, el color, m'hijo. Dejé de ver los colores. Ese fue el peor momento, donde no hubo vuelta atrás, donde perdí mi inocencia por completo. En el color está la esperanza, inclusive de la sangre que corre de moribundos. El cielo, los árboles, el sol, todo es gris. Lo son también las flores. Gris era lo único que había. Entre más angustiado más se había roto el velo. Más se iba a romper después.
No, hijo, sí veo los colores justo ahora. Pero a veces me huyen. Es entonces cuando tengo que tomar mis medicinas que no le gustan a tu padre. Para poder pintar, para recuperarlos del engaño que son mis memorias.  Hay engaños por todos lados, hay muchos que parecen ser La Verdad, hay otros engaños que lo son, pero no hay que caer.
Bueno, ese primer día estuve en las escaleras donde te gusta sentarte a ver el atardecer. Me senté todo el día allí hace setenta años. Todo se empezaba a ver cada vez más... duro. Todo es duro. Todo es asquerosamente frío... Perdón, te digo, a veces puedo percibir pequeños guiños de la verdad.
Comenzó a anochecer y sentí hambre. Decidí que si iba estar solo para siempre, si era el único humano, debía poner ponerme en alto. Ser el mejor. Un cazador, agricultor, ingeniero, todo. ¿Y qué crees que no había? Animales. No había animales y estuve tan asustado todo el día que no me había dado cuenta. Pero justo donde debían estar los animales, había rocas. Corrí a mi casa para encontrar una roca  atada donde estaba atado mi perro. Cada vez todo era más angustioso. Entré a la casa, al cuarto de mis padres, y encontré dos rocas, todo en el mundo son rocas. La tele, cada libro, cada cosa que imagines.
Bueno, las rocas eran grisáceas con manchas negras, como viejas, con paño de tiempo y por alguna razón pienso que también de sufrimiento, como ese paño que se ve en los ojos de tu madre cada que le preguntas por qué no tuviste hermanos.
Me senté en la sala y me desmayé. Desperté de un sueño doloroso, donde mi alma no era más que una tormenta de arena. Entonces me calmé, si soñaba, de verdad había algo más que esto.
Con la calma estoy seguro que pasaron semanas, pero no tenía hambre, era como si no cambiara nada. Todo en stop. Pero yo ya había dejado la infancia. En pocos días, entre pedazos de mierda gris, me volví el viejo que soy ahora. Todo esté tiempo me la pasé en casa. Decidí salir una "mañana" y el pasto eran pequeñas piedritas, todo era piedras, todo ser viviente. Pero algo había cambiado. Las piedras, cada una de las pertenecientes a un ser vivo, tenían un ojo. Uno solo en cada roca. Tenía que haber alguien viendo del otro lado. Siempre hay alguien viendo del otro lado. Ahora, tanto tiempo después estoy seguro que es la muerte. Estoy seguro porque un buen día toqué uno de los ojos, le rogué por clemencia. Sólo escuché una risa sórdida que me estremeció como nada lo ha vuelto a hacer. Me quedé viendo, esperando otra risa. Esperando morir de una vez. Viendo ese ojo. Pero de pronto, vi los ojos de mi hermano. "¿Qué haces acá?", me preguntó. Estaba en las escaleras. Había vuelto. ¿Pero qué podía decirle que hacía? ¿Le tenía que decir que no era real?

Tanto años después he resumido la verdad en dos posibilidades, ponme atención. Una hace que mi hermano sea real, otra que tú tampoco lo seas. Aunque, hey, tranquilo, que no importa, que uno se encariña con las mentiras que se dice. Mi primer teoría es que el velo es quizá la unión entre todas las habitación en las que nos tiene la muerte y nos mira para divertirse. Que la muerte es nuestro dios. Que nos mira y se ríe de nuestra ignorancia sobre lo que realmente tocamos, olemos, abrazamos, y entonces sí es su risa lo que a veces escucho, pero no estamos completamente solos.
La segunda es que tú, estás mirando una roca, y estás solo, lector, y tienes que mirar con más atención.

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