martes, 6 de marzo de 2012

Todas las preguntas desde mi vejez hasta hoy, mi niñez.

De niño me preguntaba muchas cosas, viví en muchos países, conocí mucha gente.
La primer pregunta que recuerdo fue "¿De qué color tiene los ojos dios?", pregunta que sorprendió a mi mamá, seguido de "No confío en alguien que nunca he mirado a los ojos", frase que impactó aún más a mi madre y sus amigas presentes. Siguieron las no tan típicas "¿Por qué se les dice lunáticos a los locos si la luna te tranquiliza?", "¿De qué están hechas las iris de esa niña tan bonita?". Sí, las dos en una misma conversación. Luego crecí un poco más y comencé a preguntar por qué mamá se había ido de casa, y por qué papá me dejaba en este lugar, pero sólo respondían con abrazos, lo cual estuvo bien, durante un tiempo. Luego respondí esas preguntas y surgió el "¿Quién soy?", pero un pinche "¿Cómo se llamará aquella chica?" vino a interrumpir todo, a abrumarme. Y después cambié de ropa, de país y de familia. Conocí a algunas chicas en París, todas olían muy bien, otras en Italia, que cocinaban muy bien, pero a mis veinte ninguna me hacía preguntarme nada, eran tan fáciles de leer como el periódico. Hasta que llegó "¿Por qué tendrías que ser tú el amor de mi vida?", pregunta que no hice yo, pero al que le dolió fue a mi. "¿Por qué te vas?", "¿Qué nos pasó?" fueron las patéticas preguntas que siguieron. Luego un gran duelo y silencio, mucho silencio. Meses de regresar a lo quisquilloso de cuando niño. Me volví a enamorar, pero aprendí como ignorar, como apartarme y reprimir el dolor. Pero hubo alguien a quien dejé entrar, que me dejó drogado en un sólo beso, que no me permitió olvidar, no todo el tiempo. "¿Qué te pasa, por qué no dejas mi mente en paz?", tonto, no sabía que lo que atormentaba era mi corazón. ¿Por qué no podía controlar mi mente? "¿Por qué no sólo me muero?", entraba en mi cada que recordaba que nada tiene sentido, que por más que hagamos tenemos el mismo final, que tenemos un final. Pero la última pregunta que puedo recordar después de eso es "¿Ya no nos volveremos a ver, verdad?". Y de ahí comencé a escribir, y a resignarme a la precaria y efímera felicidad de enamorarme cada vez más consciente y mejor. Y en la vida te respondes todas esas preguntas y te haces y sueñas otras tantas, topándote con un mundo de dormilones sin sueños, con un mundo donde el amor de tu vida puede no amarte, y tu alma gemela llegar a odiarte. Pero la pregunta es "¿Quieres ser feliz hoy?", y responderla haciéndole el amor a alguien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario